Regálame una canción- Pidió la niña.
¿Perdón? – Dijo el Hombre
Regálame una canción – Repitió la niña con los ojos cristalizados como un par de obsidianas, negros y profundos que parecían tragarse la alegría de todo lo que tocase con su mirada. Parecía triste, muy triste, como si algo la estuviese consumiendo por dentro.
Yo no sé componer canciones – Aseguró el hombre, quien sabía algo de guitarra y era amante de la música, pero no se consideraba un artista en absoluto.
No importa, regálame una canción – La mirada de la niña era insistente y el hombre, conmovido por su tristeza, comenzó a tocar para ella una melodía que conocía muy bien, era una canción de una de sus bandas preferidas, llamada Led Zepellin, las notas surgían de la guitarra con una dulzura que casi abrazaba.
Misteriosamente el ceño de la niña se frunció. Unos par de minutos de transcurrida la melodía la niña interrumpió
Esa no me sirve, no tiene letra –
Esta canción la tiene, sólo que pensé que no la necesitabas – Respondió el hombre, visiblemente molesto por la falta de apreciación de sus habilidades musicales por parte de la niña.
Cántame la letra – La niña parecía con prisa, preocupada por algo, el hombre decidió no preguntar nada, se aclaró la garganta y comenzó a cantar.
There's a lady who's sure all that glitters is gold
And she's buying a stairway to heaven.
Enseguida fue interrumpido por la niña.
No, esa letra no me sirve, no puedo llegar al cielo en una escalera, yo viajo en un cometa – El comentario sorprendió al hombre, quien decidió preguntar
¿Qué es lo que dices? ¿Irás al cielo en un cometa? –

Anda, regálame una canción –
El hombre no entendía a lo que se refería la niña pero vió en sus ojos tanto dolor que decidió no preguntar.
Comenzó a improvisar en su guitarra una melodía dulce y deprimente y comenzó a cantar, inventó una letra sobre el adiós y el dolor, sobre lo difícil que es dejar ir lo que se ama, pero la valentía que implica dejar ir las cosas a tiempo, antes de que el daño sea mayor.
La niña sonreía, pero sus ojos aún seguían agonizando, dio las gracias, se acurruco en una esquina y se quedo dormida.
A la mañana siguiente el hombre la buscó por todas partes. No la encontró.
En el lugar donde se había quedado dormida sólo encontró un montón de lágrimas convertidas en polvo de estrellas, volvió la mirada al cielo que aún no terminaba de iluminarse con el sol y pudo ver la estela morada de un cometa que se alejaba por el horizonte….
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