domingo, 26 de abril de 2009

No mas...

Ya no más a la privación del lenguaje. ¿Por qué me son negadas las palabras? Negadas como castigo a un pecado que no recuerdo, que es a su vez todos los pecados del mundo y por el que debo pagar.

Imposible seguir conteniendo el ser que clama por desbordarse, vaciarse, empapar el mundo que no logra explicar, quisiera ir más allá, donde las cosas existen en verdad y no son sólo esta ausencia, donde la palabra significa y no sólo nombra. No quiero mas nombrar las cosas sin tocarlas, quiero hacer las cosas con el lenguaje, crear un mundo y crearme a mí misma. No quiero seguir viviendo de esta nada, que no abre los brazos a estos restos de mí.

Poder ser en el lenguaje. La palabra como cemento que ha de unir mis fragmentos. Ser por y para la literatura.

Me es imposible concebir otra razón para estar viva, cada suceso ocurre expresamente para ser traducido en otro lenguaje que ha de otorgarle la calidad de experiencia vivida, si no lo hablo sólo es un fantasma más, algo que nunca existió.

Que cada suceso de la vida pueda traducirse en poesía, que de cada momento quede huella, que sea mi vida un eterno poema, que pueda amar y odiar con carne, con huesos y palabra viva.

¿Por qué la necesidad de esto? ¿A qué responde?

¿por qué mi vida es sólo ésta colección de ausencias?

*****

Las coincidencias de la vida son algo terriblemente hermoso. El Dr. Manhattan en Watchmen me enseñó que nada ocurre de gratis, que cada cosa que sucede obedece a un conjunto de factores ordenados de tal manera que el resultado sean los hechos, exactamente esas y no otras, exactamente ese orden y no otro.

Co-incidencia significa que dos o más acontecimientos inesperados ocurren al
miso tiempo, que se encuentran.

Ante semejantes determinaciones, ¿qué somos capaces de hacer? La vida se presenta ante mis ojos como un sinnúmero de coincidencias las cuales es difícil leer, entender… traducir. No nos queda más que vivir, vivir con el alma, ya que somos presas de un experimento donde no es válido el “ensayo y error”


***

Siento un aleteo en mi interior, como si muchos insectos estuviesen dentro. No, no mariposas, las mariposas son hermosas, los míos son escarabajos, escarabajos aleteando por salir, por despeñarse, alejarse de mí.

Siento que me deprimo de nuevo, pero esta vez la depresión tiene un sabor dulce, no me duele, no es desagradable. Es quizá, como haberse librado unos cuantos meses de una erupción que tendremos en la piel de por vida, que no nos dejará jamás. Le recibo ahora con los brazos abiertos, con la nostalgia y amargura de quien recibe a una vieja amiga con quien compartimos los ratos más terribles de la vida, nada hermoso me une a ella, ningún día de felicidad, ningún beso que haga estremecer el cuerpo, sólo la hermosura que en sí implica la tristeza.
Puedo sentir su palpitar en mi interior, como un pequeño feto que aún no es notorio, pero puedo sentir como lentamente extiende sus brazos y me inunda por dentro, como sus tentáculos se desparraman por mi mente y comienzan (de nuevo) a hacerme dudar de mi cordura.
No quiero resistirme más, no podría, sé que quizá inconscientemente la llamé, la necesito. Sin ella no escribo y sin escribir no tengo vida, necesito la tristeza para genere en mí estas ganas de morir que me impulsan a escribir desesperadamente, como si mis letras fueran lo único que lograran significarme en la vida (y es así, lo sabes).


***

Un buen hombre un día, platicando sobre el negocio familiar, dijo que mi padre tenía una idea pragmática, casi protestante de lo que es el patrimonio familiar, es cierto. Tengo mucho celo de eso, de mi estúpida incapacidad de poder sentirme parte de algo, de lo que sea, de una familia…
Vale, si la familia es el núcleo de la sociedad… ¿dónde estoy entonces? Al margen Alexandra, siempre estás al margen.