lunes, 4 de enero de 2010

Aún más


No Alexandra, no lo niegues.

El alma te pesa y sólo atinas a mirar por la ventana, contener el llanto y componerle versos a todas las cosas invisibles del exterior.

Tu mente vuela al país de los muertos donde eres abrazada por el lenguaje y coronada con violetas.

Mientras tanto, sólo eres esencia presentida por la proximidad de un otro que te nombra.

Propósitos propositivos.

Bien, el año nuevo me representa muchos retos y uno de ellos es la constancia y mi compromiso con la escritura. Así que he decidido retomar este pequeñito al que ya tenía muy abandonado.

Quiero depurar muchas cosas. Así que tomare algunos fragmentos de otros blogs que tenía extraviados por ahí y los pondré aquí, sin ningún afán de recuerdo ni nada por el estilo, sólo para tener todo junto y a partir de eso poder escribir periódicamente.

Espero que esto funcione.

Por el momento, comenzaré con un poema mío.

Si alguien aún lee este blog, los comentarios son bien recibidos.

Pues bien, comenzamos:

Yo no se de la miseria de mi alma que me aprisiona
 y me convierte ser caduco ante tus ojos.

Sólo yo, ataviada de mil máscaras,

 me presento ante tu sombra intuida 
y te llamo con la voz de mi silencio autoimpuesto 
a causa de mi vocación reprimida.

Quisiera gritar ante tus labios 

que los míos claman por una verdad dirigida
 al amor que anida en mis ojos.

Pretendo destruir la noche 

y surcar los kilometros insensibles que separan a mi dermis 
de tu cabello color olvido.

Si tuviese piernas largas 

te propondría trepar por ellas hasta mi vientre, 
campo fértil de estallidos orgásmicos 
cuando me acaricio en tu nombre.

Pero se que no vendrás, que nunca vendrás,

 y que me hallaré desierta como ahora, 
vacía de tus ojos y llena una falta que jamás será colmada,
 habitada de un deseo indescriptible 
de ser una en tus ocasos.

He de hacer pacto con la noche

y rogarle que venga a acariciarme con sus dedos de pureza, 
que me haga compañía, que beba café conmigo 
y me cuente historias de otros mundos, 
otros tiempos, otras vidas, 
en las que tú y yo... nos pertenecimos.